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Putas autonomías

Perdón por la expresión malsonante, pero es que viene muy al caso. Y no sólo como impulsivo alivio de la indignación que provoca la constatación de que el modelo de ordenación territorial vigente está llevando a España a su desmembración y a los españoles a la ruina, sino como demostración palpable del absurdo al que conduce el delirio autonómico.

Conocemos casos en los que se hace bajar a un enfermo de la ambulancia y subirse a otra porque se ha pasado de una comunidad a otra. Hemos visto equipos de extinción de incendios detenerse en medio del monte porque el territorio de su competencia se extingue, aunque el incendio no. Sabemos que hay carreteras que, tras pasar una raya, pasan de tener un firme en perfecto estado a estar llenas de baches por haber traspasado los límites entre una autonomía y otra. Asistimos con la boca y la cartera abiertas al absurdo de que en el Senado utilicen un pinganillo para entenderse señores que hablan el mismo idioma.

Pues bien, en esta ocasión las protagonistas del dislate autonómico son aquellas a las que la sabiduría popular quiere aupar al poder ahora ocupado por sus hijos. Las busconas, las meretrices, las hetairas. Las putas vamos.

Resulta que la Generalitat de Catalunya las prohibió ejercer su actividad a menos de cinco metros de la carretera por entender que suponían un peligro para el tráfico. Y ellas, acostumbradas a buscarse la vida, se han trasladado a carreteras de competencia estatal para burlar la prohibición.

Imaginen la escena. Una patrulla de los Mossos se aproxima a un cruce de carreteras. Una de titularidad estatal, la otra de la taifa catalana. Al acercarse observa una mujer en actitud insinuante. El agente del autonómico cuerpo deberá pedir la identificación a la mujer que –presuntamente- vende el suyo. Está usted en una carretera autonómica. No señor, es una carretera Nacional. Y los dos tendrán razón. Así son los cruces. Que tenga usted buen servicio. Igualmente.

Se atribuye a Josep Tarradellas aquello de que en política se puede hacer de todo menos el ridículo. Ni sus sucesores en la Generalitat ni quienes los sostienen desde Madrid le hicieron caso.

Las autonomías niegan la igualdad de los españoles ante la ley. Las autonomías multiplican por 17 todas las administraciones. Las autonomías fomentan el secesionismo. Las autonomías nos arruinan. Las autonomías nos impiden salir de la crisis. Las autonomías son un dislate.

Así lo percibe ya una gran mayoría de españoles. Pese a la propaganda de los partidos del régimen, grandes beneficiarios del régimen autonómico, empeñados en sostener el modelo. Esperemos que, más pronto que tarde, esa mayoría pueda burlar la dictadura de los partidos e imponer el sentido común.